Aunque las marcas parecen estar en todas partes, conciertos, escenarios, Internet, instalaciones deportivas, canchas de baloncesto. Hay una frontera juvenil, que resistió a las marcas, llamada colegios. Resultaba claro que las marcas tenían que entrar en ellos. Los fabricantes se han pasado la mejor parte de la década reintrouciendo las marcas en los colegios y vertiéndolas en el molde de la rebeldía adolescente.
Con el acceso a la tecnología moderna, las marcas han logrado eliminar la frontera entre la publicidad y la educación. Los colegios afrontaban reducciones presupuestarias, los costes de la educación moderna se incrementaban con rapidez, lo que obligaba a los responsables a buscar fuentes alternativas de financiación. Afectadas por la moda de la tecnología informática, las escuelas que no podían adquirir textos actualizados debieron proporcionar a sus alumnos, equipos audiovisuales, cámaras de video, ordenadores, aparatos de edición, acceso a Internet, y en algunos colegios, sistemas de video- conferencia.
Las ventajas que las tecnologías ofrece a la educación son dudosas, pero las empresas exigen graduados que conozcan las tecnologías.
Para muchas escuelas de las zonas más pobres, los acuerdos de asociación y de patrocinio con empresas parecen ser la única manera de resolver la situación. Consiste en que si para ser modernos hay que abrir los colegios a la pulicidad, los padres y profesores tienen que transigir.
Hay cada vez más políticos cuya oferta electoral consiste en que cada alumno disponga de ordenador, aunque en asociación con las empresas de la localidad. Los consejos escolares priman de fondos a asignaturas como la música o la educación física. Cuándo los fabricantes de ropa deportiva y de ordenadores se encargan de compensar estas carencias, traen consigo sus propios programas educativos. Las empresas que derriban las puertas de las escuelas no tienen nada en contra de la educación.
Los contratos de promoción que se firman con colegios y universidades de todo el mundo son igualmente extraños. En casi todas las ciudades universitarias norteamericanas hay vallas publicitarias en las pistas de ciclismo, salones, salas de lecturas, bibliotecas e incluso aseos. En EE.UU. y Canadá los principales equipos escolares tienen acuerdo de patrocinio con Nike y con Adidas, que visten a los escolares. Los niños no sólo son pequeños consumidores sino que son representantes autorizados de su grupo de edades.
El historiador de la publicidad Suart Ewen escribe que ya en la década de 1920 se consideraba que enseñar a los niños a consumir era sólo una manera más de promover el patriotismo y la prosperidad económica.
Los convenios de patrocinio con las empresas deforman algunos de los valores fundamentales de las universidades públicas, incluyendo la transparencia presupuestaria y el derecho a la libertad de debate y a la protesta pacífica en las universidades.
Todas las grandes asociaciones de América del Norte han expresado la amenaza contra la educación independiente que representa la comercialización.
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